sábado, 1 de octubre de 2011

El tránsito de la democracia liberal al Estado de trabajo.




Ernst Jünger. El Trabajador. Dominio y figura. El tránsito de la democracia liberal al Estado de trabajo. Extracto.


[…]
No faltan tentativas de apoderarse de ese sentido nuevo […] y de supeditarlo a los viejos sistemas de la sociedad burguesa. La más importante de esas tentativas consiste en concebir toda fuerza nueva emergente como el socio de una negociación y en integrarla en un aparato que trabaja con negociaciones. El grado de resistencia que puede oponerse a esos esfuerzos es una acreditación de la capacidad para unos órdenes de índole diferente. Hay ciertos poderes de los que no puede aceptarse la legalidad sin convertirse en cómplice de ellos. […] Demasiado conocido es el rostro de la democracia tardía, en el cual han dejado grabadas sus señales la traición y la impotencia. En esa situación han prosperado magníficamente todos los poderes de la putrefacción, todos los elementos decrépitos, extrangeros y hostiles; el secreto objetivo de tales poderes es la perpetuación a cualquier precio de esa situación.

De ahí que tenga mucha importancia el modo como se efectúe el relevo del dominio aparente del burgués por el dominio del trabajador y, con ello, la alternancia de dos imágenes completamente distintas del Estado.Cuanto más elemental sea la vía por la que acontezca esa alternancia, tanto más se efectuará en el campo donde está la auténtica fortaleza del trabajador. Cuanto más renuncie éste a utilizar en su lucha los conceptos, las órdenes, las reglas de juego y las constituciones inventadas por el burgués, tanto más se hallará en condiciones de hacer efectiva su ley peculiar y tanto menos podrá aguardarse de él tolerancia. El primer presupuesto de una contrucción orgánica del Estado es que queden consumidas por el fuego todas esas guaridas de las que en las horas de la máxima exigencia hace salir la traición, como del vientre de Troya, sus tropas auxiliares.

[…]

Detás de esas marionetas que en las tribunas públicas, a punto ya de desmoronarse, están laminando la huera fraseología liberal hasta dejar reducidos su espesor al de una hoja de papel, hay unos espíritus más sutiles y más experimentados; están preparando un cambio de decorado. Bajo una formulaciones nuevas, sorprendentes, “revolucionarias”, lo que encontraremos […] (será) una connivencia con todos aquellos poderes cuya existencia asegura […] la continuación del mundo burgués. Es tal la situación de desesperación a que el burgués ha llegado que está dispuesto a aguantar, con tal de que siga garantizada su seguridad, todas aquellas cosas que hasta ahora habían venido siendo inagotable objeto de su ironía.

[…] En esas palabras, nacionalismo y socialismo, se transparenta un significado nuevo y diferente, en el cual se acusa el esfuerzo de un tipo humano llamado a dominar. Nos hallamos en un proceso que es el que da su dirección a los principios universales y en el que la “libertad de” se transmuta en “libertad para”.

En este contexto el socialismo aparece como el presupuesto de una articulación autoritaria rigurosísima y el nacionalismo, como el presupuesto de una tareas de rango imperial”.

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